Reza el refrán que “Lo que bien empieza, bien acaba” y el Alba, que en tantos partidos lo puso en liza, hoy le tocó demostrarlo desde el ángulo inverso. Porque hoy todo fue cruz, nada cara, a un equipo que normalmente, cuando la moneda está en el aire decidiendo su sino, salta y la agarra con fuerza.
Pero hoy fue el Real Racing el equipo que arrancó con más vigor y mirada a la meta rival. Bernabé intervino en el minuto 4 para parar al equipo local y azuzar al visitante, que reaccionó estirándose y llegando a los dominios cántabros. Dubasin, tras un buen recorte en el área, obligó al portero santanderino. Pero esa ocasión no fue más que un espejismo previo a los mazazos locales.
En el minuto 18, Baturina cazó un pase para estrenar el marcador. Poco más de un minuto después, Saúl culminó una jugada racinguista para doblar la ventaja. El Alba se aupó y sacó a relucir su cara más reconocible,pero con una cruz a cuestas: la desventaja.
Con todo, el fútbol fue fluyendo y fruto de ello, las ocasiones llegaron. Y con ellas, el gol. A la media hora de partido, Olaetxea rebañó en el área la bola tras un ataque con fe del Alba. 2-1 y mucho que decir, pero al final no se habló en el idioma que quiso el Alba.
El tanto trajó reducción de la desventaja y amplitud de miras del equipo, que hiló y llegó, animado por más de un centenar de aficionados. 800 kilómetros después , la afición sigue haciéndose notar.
Y cuando mejor estaba el Albacete, el varapalo definitivo. En el séptimo minuto de la prolongación de la primera mitad, sufrió un penalti en contra que convirtió Vicente. Con tanto golpe, el Alba jugó la segunda mitad con corazón, pero sin el raciocinio que acostumbra.
Instantes antes del final, Matheus cerró la aciaga noche albacetista con el 4-1 definitivo. Partido para olvidar y centrar todos los esfuerzos en el regreso a casa del próximo viernes.