Dice el refrán, “De los cobardes no se ha escrito nada”. Y por eso, a diferencia del entrañable coronel que dibujaba Gabriel García Márquez, del Albacete sí tiene quien les escriba. Y cada vez más. Porque emociona verlo, vivirlo, sentirlo y, por supuesto, escribirlo.
Porque siente y hace sentir. Y lo hace con arrojo, valentía, enganchando a su gente como una droga limpia y benigna que recorre las venas de los albacetistas y de la gente que se emociona con el fútbol, en general. Y es tan adictiva que la afición prepara los partidos como el equipo: dándolo todo.
Lo hizo a la hora de comer en la Ciudad Deportiva, a la de la sobremesa en la Avenida de España y en la merienda en el estadio Carlos Belmonte. Y aún se quedó hambriento tras quemar muchas calorías.
El himno, a capela. El partido, a viva voz. Intensidad y arrojo para marcar territorio. Presión inconsciente, de joven envalentonado y capaz de todo, y posesiones maduras y cerebrales con él. Así fue llegando al área rival y así levantó a la grada pasado el cuarto de hora. En el minuto 17, la novedad en el once, sacó su talento para culminar un buen pase al espacio con un gran gol. La alegría duró lo que duran dos peces de hielo en un Whisky on the rocks. El árbitro fue solicitado por el VAR y acabó dictaminando gol anulado y expulsión de Djetei. De nuevo en inferioridad en un partido clave. De nuevo un ejercicio de resiliencia admirable.
En el minuto 25, Juanma García simbolizó, de manera involuntaria, lo que es el Albacete esta temporada. Controló, presionado por un rival se escurrió, se levantó ipso facto y puso una gominola de las que sirven en los puestecitos del Parque Disney. El caramelo se lo zampó Boyomo con un golpeo más propio de un delantero que rivaliza por el pichichi. Extasis de los diez albacetistas sobre el campo y los más de 16,000, exceptuando afición visitante, que poblaban la grada.
El equipo siguió y siguió sin freno. Porque va a mil revoluciones. Sin descanso ni desfallecer, con la afición detrás. Así terminó el primer acto y arrancó el segundo. Igual de vivos y canallas, haciendo méritos de sobra para ganar.
Aunque en el minuto 10 de la segunda parte, con diez en el campo, llegó un sopapo que no tumbó a los nuestros. Se levantaron tan enérgicos, fue tal la reacción, que se vieron ante la puerta rival. Dubasin, Fuster o Higinio levantaron los brazos ‘uys’ e impregnaron a la gente de una nueva dosis de su droga favorita.
Así acabó el choque, entre vítores y conjura, de un grupo hecho para emocionar.