Albacete se Reafirma en Éibar con un Empate que Sabe a Victoria
Los retos al Alba le van. Le ponen. Le llaman y el equipo responde. Lo hace siempre, da igual la magnitud, aunque no siempre sale reinante. Tres partidos seguidos a domicilio sin anotar; en casa de un equipo que enfilaba puestos de ascenso directo; y ante un rival que llevaba nueve partidos sin perder era uno de los grandes.
La única manera de superar esta empresa era volver a ser el Alba de siempre y lo fue como nunca. Una segunda parte brillante solapó un primer acto dubitativo para despejar dudas de un equipo que vino a reafirmarse y acabó reconociéndose para sumar en Éibar.
Porque el Alba circuló y encadenó posesiones como acostumbra, pero se asentó detrás para ganar sensaciones enfrente. El inicio fue el habitual. Las primeras aproximaciones, albaceteñas. El primer picotazo, del rival. En el minuto 10, tras varias llegadas visitantes, lo armeros acuchillaron el área de Bernabé para rebanar las redes blancas, por mediación de Soriano, un jugador conocido por la parroquia manchega.
Ese tanto cortó la evolución albacetista, pero no le hizo sangrar. El cuadro manchego se rehizo y fue pinchando poco a poco en busca del empate, pero casi quedan cercenadas, amputadas, sus opciones de sumar poco antes del descanso, cuando los armeros gozaron de una pena máxima a favor.
Pero ese momento, en la que ola tensión se cortaba con un cuchillo, fue el que rearmó a nuestro equipo. Desde la portería. Bernabé, con el brazalete en el brazo y la solución en las piernas, evitó el 2-0 con el pie, lo que dio pie a que el Albacete se sintiera capaz de todo.
Y con todo volvió de vestuarios. Ros sustituyó a Djetei, lesionado, y el silbato del árbitro reinició la reacción del Alba, que se reencontró a sí mismo. Minutos de control, llegadas sin claridad y tiros sin suerte dieron paso al gran bombazo y eso vino por parte de un cañonero.
Porque ante las dudas de cara al arco rival, lo mejor es ser tajante. Porque en territorio armero, lo que había que hacer era matar las moscas a cañonazos. Y eso hizo Agus Medina. Un chut brutal que se coló como una exhalación en la escuadra de Luca.
Pese a la onda expansiva, el Alba no se movió de su sitio, el campo rival. Y siguió como sigue todo aquello que anda con paso firme. Quiles, Escriche, Medina o la zaga a balón parado rozaron el segundo. El transcurso del segundo acto era el fiel reflejo de la evolución del equipo, que cerró con un agridulce empate los 45 minutos que mejor sabor de boca han dejado este curso.
Un punto y a por el siguiente bocado de un equipo con hambre.