Era el día. Lo vaticinó el mister, lo sintió el albacetismo y se palpó en el césped. En una de esas tardes, el Belmonte fue un gran Belmonte y el Albacete sacó tres puntazos que son palabras mayores ante un rival que era enorme: llegaba con más de una doce de jornadas sin perder en competición liguera, allá por octubre. Un partido mayúsculo con una primera parte que nos dejó casi sin palabras.
Y por eso, casi durante todo el primer acto el graderío se expresó con monosílabos, entre ‘uy’ y ‘ay’ se levantó una grada en varias ocasiones, especialmente cuando el balón se encontraba en poder de Morci. El ’22’ estuvo fino, valiente, rápido, eléctrico y, sobre todo, atinado. Tras varios eslalons por la izquierda, y hasta un intento de larga distancia, en el minuto 13 el atacante vasco agarró el cuero en campo propio, salió raudo a los dominios de Maximiliano y una vez se encontró en área indálica, cruzó un chut primoroso. Morci voló e hizo al Belmonte volar, que voló con él.
Ahí fue donde el Albacete se hizo aún más fuerte, demostró ser resiiliente y a la vez ambicioso, mereciendo ampliar su ventaja. Las ocasiones no goteaban, caían en cascada. La conexión entre los jugadores era eléctrica y hacia contacto con la meta rival, con varias llegadas de sincero peligro. El marcador parecía corto ante el equipo mesa en forma y el hecho de no recibir tantos ante el cuadro más anotador era más lógico que noticioso.
Pero, ay, qué equipo es el Almería. En el conjunto andaluz hay mucho talento, mucha pólvora y ahí es donde el alba sacó su mejor versión: cuando se vio presionado. No solo desbarató cualquier acercamiento rival, sino que le forzó a mirar hacia su zaga con acciones de nivel y más llegado. Así, pasada la hora de partido, Riki se adentró con fuerza y coraje tras una buena combinación en la banda diestra. El capitán fue claramente derribado y ahí apareció Morci para coger el balón, plantarlo a once metros de la portería almeriense y doblar la ventaja. Forma inmejorable de explicar la notable actuación del 22: viendo que anotó un doblete.
De ahí al final hay un tiempo de tensión y pasión: y muchos ‘ays’. El más estruendoso, en el minuto 85, cuando Roberto recortó distancias. Pero hubo más. Un disparo que repelió en la madera, viarias acciones defensivas dignas de aplauso y un magnífico Lizoain sellaron el triunfo para así poder decir que hay tres puntos más en el casillero albacetista para un total de 31. Un paso de los que dejan huella.