El fútbol es peculiar. El Alba, único. Es el oxímoron hecho equipo de fútbol. La contrariedad, lo natural. Lo complicado de lo simple, que cantaban Héroes de Silencio, un grupo zaragozano. Y en Zaragoza el Alba hizo simple lo que durante el curso parecía complicado: dejó su puerta a cero, ganó a domicilio y dijo “hasta luego” a La Romareda con una sonrisa de oreja a oreja.
Y siendo, como decíamos, un oxímoron: cuanto más borroso se veía, más nítidamente actuaba. Entre una niebla cegadora, ante uno de los los fenómenos meteorológicos más molestos para la practica deportiva, el Alba le puso la chispa adecuada al partido para iluminar al camino del triunfo y echar el cerrojo, ante el tercer equipo más anotador de la categoría, a su fuerte para encadenar dos triunfos seguidos.
Una victoria de tesón, orgullo y personalidad que el Albacete fue mereciéndose jugada a jugada, minuto a minuto, gota a gota, como las que forman una niebla que cubría La Romareda para hacer que pareciese más propiamente un estadio londinense que ibérico.
El Alba salió fuerte y fue creciendo durante el partido, en su hábitat: un duelo de ida y vuelta en el que destacaba mediante el control y la llegada. De hecho, antes del descanso rozó el gol con dos disparos al palo de Higinio, que en la segunda parte iba a sufrir un palo él mismo, en forma de lesión que le obligó a salir en camilla.
El gol se dejaba ver entre tanta neblina y el cuadro visitante oteaba el horizonte en 4K, aunque sin perder de vista su retaguardia, que cubrió a la perfección de principio a fin.
La segunda mitad, con sustituciones e intercambio de llegadas, fue intensa pese a la falta de goles. Quiles estampó la bola en el larguero como aviso a lo que iba a hacer poco después. En el minuto 74, desde los once metros, adelantó al Alba y puso en el marcador lo que se estaba viendo, a duras penas, sobre el césped maño.
De ahí al final el Albacete dio una lección de sobriedad en ventaja y encapsuló tres puntos que le colocan con 23 en la tabla clasificatoria.