
Cuando la temperatura varia bruscamente de un día para otro, los pequeños detalles nos pillan por sorpresa. La chaqueta es más fina de lo que parece, el vaso de café pasa menos tiempo en la cafetera del que debe y los caminos se hacen más largos. Pero, sobre todo, cuesta más regular el grifo de la ducha, un mínimo toque caldea el ambiente o lo enfría cual témpano.
Y en esa dinámica está el Albacete Balompié. Un equipo que siempre va a fuego, con todo, pero que se encuentra destemplado. Gira todos los grifos, toca todos los botones, pero a ratos arde, a ratos se queda congelado. Así inició el partido, poniendo toda la carne en el asador, con flama en los ojos y fuego en las botas. Las ocasiones se multiplicaban como ascuas, que es como estaban los más de once mil aficionados en las gradas, que veían a su equipo subir la temperatura, llegar a puerta y rozar el gol.
Fuster, Isaac, Agus Medina o Escriche encendieron la meta rival, pero el portero siempre respondió con temple. Y cuando mejor estaba el Alba, un guion que no es la primera vez que se escribe este año, llegó el jarro de agua fría. Pasada la media hora, el Real Sporting ser adelantó en una de sus primeras aproximaciones. Con poco, demasiado.
Pese a todo, el Albacete no se quedó frío y siguió empujando, demostrando y demostrándose que hasta en los peores momentos, hay cosas buenas.
La segunda mitad así lo plasmó, aunque casi sin tiempo para entrar en calor, llegó el segundo mazazo. En el minuto 48, el Real Sporting dobló su ventaja con un gol de bella factura. También lo fue el tercero, que asestaba la puntilla y aumentaba la distancia entre el marcador y lo acaecido en el verde.
Antes del final, Jonathan Silva, que lo dio todo por estar presente hoy, anotó desde el flanco izquierdo para asear el electrónico. Un gol que no hizo justicia a lo visto pero ejemplificó la actitud de un equipo que por mucho que se queme, o por muy frío que caiga el jarro, nunca aparta la cara.


















