El Alba sudó de lo lindo, se dejó hasta la última gota y por ello, nunca tiró la toalla. Porque necesitaba darlo y secarse, luchaba por vaciarse y se vació tanto, que sumó.
En un partido de dominio alterno, de goles y ocasiones, el Albacete nunca perdió el hilo y agarró un punto que sabe a poco pero que deja un gran aroma porque de nuevo, en una tarde de luces y sombras, se vio a un equipo aguerrido y con colmillo.
Un equipo que casi se adelantó a los siete minutos de partido: en ese momento, Morci centró al área, Juanma peinó y Quiles lanzó a meta, obligando a intervenir a Aarón.
Con el paso del tiempo, ambos conjuntos se aproximaron al área desenfrenados, dejando los tantos para el último tramo del primer acto. En el minuto 32, Alemao enganchó un golpeo cruzado y adelantó al Real Oviedo. El Albacete no se desanimó, se limpió el sudor y siguió a lo suyo, toalla en mano. Y la fe tuvo recompensa. En el minuto 45, Javi Rueda, protagonista en ambas partes, se internó en el área azul y fue derribado para acabar en el suelo, a diferencia de la toalla albactista. Quiles lo transformó y a vestuarios con igualdad.
La segunda parte empezó de manera intensa. Un error en la salida del balón fue aprovechado por el Oviedo para montar el ataque y culminarlo, por medio de Alemao, en el 1-2. Jarro de agua fría para un equipo que se secó de nuevo con su toalla y siguió, porque aún quedaba camino que andar.
O que correr como una exhalación. Rueda se convirtió en cuchillo, piso el área oviedistas con fe y bravura y cruzó un chut tan potente como preciso. Segundo tanto del ’29’ que se ha ganado a base de tesón a la grada local.
El Albacete rozó la remontada total. Entre aliento desfondado del público manchego, los jugadores apretaban e Higinio, de vuelta en su hábitat, casi marcó en el tramo final.
No fue así y el Albacete se quedó con un punto que pudo ser más pero que demuestra una evolución positiva.







































